viernes, 10 de septiembre de 2010

AMISTAD

La amistad es siempre una relación humana de carácter individual y desinteresada, no utilitaria. El amigo no es tratado nunca como «cosa», como «algo» de lo que se espera utilidad, servicio, placer, sino como alguien, como persona. 
Que los amigos se presten servicios, que se obtenga de ellos alguna utilidad, es otra cosa, derivada de una amistad que en principio es desinteresada.

Existe  un grado superior de amistad, la estrictamente personal, entre dos hombres -o dos mujeres-, que en ocasiones puede extenderse a alguno más, siempre que las relaciones sean rigurosamente personales. En este caso, podríamos decir que la amistad es el concurso de dos vidas , esto es, el camino paralelo anticipado y esperado.  


Los amigos se proyectan personalmente juntos, y esa compañía en el mismo argumento de la vida, anticipada y cumplida, que potencia cada una de las vidas individuales, es vivida con ilusión, que puede ser muy viva e intensa.


Unamuno, siempre tan penetrante en la exploración de la vida humana, planteó lo que en mi libro Miguel de Unamuno llamé «el hueco de la personalidad» al contar La novela de don Sandalio, jugador de ajedrez: el narrador ha jugado largo tiempo, silenciosamente, con don Sandalio, sin la menor confidencia, sin saber nada de él ni de su vida aparte del juego; y cuando deja de acudir, cuando sabe que ha tenido desgracias, que está en la cárcel, finalmente que ha muerto, se encuentra con que se le ha muerto don Sandalio, a quien ha imaginado, con cuya presencia silenciosa ha contado día tras día, cuya personalidad ha ido labrando en torno al hueco de ese silencio.


El ejemplo que me parece más luminoso es el de la amistad entre Don Quijote y Sancho. Hay entre ellos una constante transmigración: Sancho se desliza, por decirlo así, en la vida de Don Quijote; el cariño hace que, a pesar de ver su locura, lo tome en serio;va y viene, establece una comunicación que permite a Don Quijote circular por el mundo sin que los tropiezos sean demasiado graves.Y, mientras Sancho se quijotiza, Don Quijote asiste en la persona cercana de su escudero a la forma de vida de los que no son caballeros andantes, y no pierde contacto con el mundo que llaman real. 


Aquella escena inolvidable en que Don Quijote, que no ha visto ni sentido nada montado en Clavileño, frente a los estupendos relatos de Sancho, promete a éste creerlos, con la condición de que Sancho le crea sus visiones en la cueva de Montesinos, es la culminación de esa singular y desigual amistad, transida de ilusión recíproca, que impregna la totalidad del Quijote, que se va transformando y matizando, con fuerte diferencia entre sus dos partes.
Julián Marías
(1914 - 2005)
Filósofo, escritor, crítico de cine, periodista. Miembro de la Real Academia de la Lengua Española.

No hay comentarios:

Publicar un comentario