viernes, 16 de julio de 2010

Me va el A-M-O-R

LOS AMOROSOS
Los psicólogos dirían que son neuróticos, pero quién sabe.
Se trata de gente que se pasa la vida buscando el amor. No solo cuando un atardecer los pone sensibles, sino cada día y cada noche. Como esa secretaria que deja de teclear la computadora y sueña oyendo una canción, o el estudiante que se queda con el libro en las manos pero viendo otra cosa, unos cabellos, unos ojos que prometen la felicidad.
Hay gente que se pasa la vida tras el amor. Pensándolo. Invocándolo.
Son los amorosos. Un ejercito de gente que anda por la ciudad con su corazón entre las manos.
Aunque son muchos, los amorosos no son normales.
Son gente "tocada". Pero tocadas por algo sagrado. Por eso no hay que compadecerlos, aunque sufran.
Andan tras un destello, tras algo vislumbrado que a su alma secretamente le prometieron.
Cada rostro que cruzan en las calles, cada sonido de voz, cada eco de pasos, les hace volver la cabeza y el corazón... ¿será ese el esperado, la esperada.?
El momento de los amorosos suele ser el de la noche, cuando entran en la cama de sus soledades como si fuera un barco. Y navegan en un mar de abrazos...
Los amorosos andan aparentemente por este mundo; pero tienen otro verdadero, que prolonga a este con imágenes, aventuras y llantos que los demás no ven.
Alguien que los saludó con ternura, o alguien que no lo hizo, abre o cierra ventanas y caminos en el mundo de ellos.
A veces cargan con un invisible bolso lleno de tristezas. Y todas ellas son vestigios de amores. Algunas son por los gestos que se quedaron adentro, cosas que ofrecieron pero no fueron recibidas por nadie y son como un montoncito de semillas desperdiciadas. Porque se quedaron en el aire, sin que alguien las quisiera. Sin ningún lugar donde llegar. Pareciera que las palabras sin decir y las caricias sin hacer se reunieran en sus pechos como un aliento helado
Si después alguien hermoso las recibe, todos los brazos y corazones -aún los del pasado-se abren por fin llamándoles y todo el Cielo les sonríe.
Con el tiempo todas las ausencias que guardan los amorosos, misteriosamente, parecen cambiarse en presencias. Se los suele ver tranquilos. Como árboles vestidos de ramas y pájaros.
Erich Fromm

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