miércoles, 30 de junio de 2010

Un Post Prestado de Ariel Gulluni. Sencillamente genial.

Buscando un dato para el blog, sobre el destino y esos momentos en que creemos que "era lo que estaba escrito" y esas frases que siempre decimos para tranquilizar nuestros pensamientos o disculpar ante el sentir que nos producen las acciones de los demás en un determinado momento, o la que producimos nosotros en los demás, aún a sabiendas muchas veces que nuestros actos o la ausencia de los mismos pueden decidir o no momentos importantes. Pero aún más interesante fue el comentario realizado. : )
 A continuación lo posteo.

Entre las muchas cosas geniales que ese orejudo-ojeroso-flaco escritor checo escribió, existe un cuento no muy conocido, muy breve y sintético, que en su prolija parquedad, en la escasez de su prosa, esconde riquezas insospechadas.
El argumento es simple. Una persona (a la que se llama “A”) desea cerrar un trato con otra persona (a la que se llama “B”), en un lugar que denomina “H”. La transparencia de la matemática está lista para dejar paso a las imposibilidades humanas, demasiado humanas.
“A” desea estar seguro que el día del encuentro llegará a tiempo. Entonces, ensaya el recorrido. Le toma sólo diez minutos ir y volver. Contento de saberse un hombre planificador y precavido (ah, el conocimiento… la ilusión de control), parte el día pactado con una hora de antelación, de modo de garantizar bajo todo punto de vista su arribo en tiempo y forma.
Algo sucede. Algo que no se explica. Sin razón aparente, “A” demora HORAS en llegar a destino. Para no seguir abundando en detalles, resumo: “A” y “B”, a pesar de pasarse cerca, muy cerca, en varias oportunidades, nunca se encuentran. Simplemente, no lo consiguen.
Cuando pensamos en los desencuentros, lo primero que creemos es que estos se dan o bien cuando los “destinos” son diferentes o cuando caminamos por senderos que no coinciden. Pensamos entonces que, temporalidad y especialidad ajustada, es solo cuestión de chocar.
Creo que lo genial del cuento es que muestra que los desencuentros no tienen que ver con espacios ni con tiempos disímiles. Que éstos se dan aún con todas las variables controladas. Una mirada perdida, una respuesta levemente demorada, un gesto vacío.
Quizá, se trate más simplemente de algo como esto: nos encontramos cuando nuestros ritmos coinciden. Sin embargo, algunas veces, algo sucede y nos vamos de tempo. La pifia. La disonancia. Y de repente ya no coincidimos. Nuestras músicas ya no se suman. La desesperación y el deseo de acercar la distancia que ahora empieza a abrirse no hacen más que acentuarla. Y justamente, es ese abismo de la proximidad, como “A” en la escalera retorciéndose al ver pasar a “B”, lo que nos muestra que el desencuentro ha completado su trabajo con éxito. Para desgracia de quienes, quizá místicos, quizá poetas de lo posible, todavía predican con fe la posibilidad del encuentro.

PS: Agrego algo que dijo, al respecto, mi amigo Martin:

“Creo que, en primer lugar, el que quiere encuentra. Y que el desencuentro es, en realidad, la falta de sintonía en esas ganas. El desencuentro sucede cuando al menos una de las partes no tiene ganas de encontrarse. Y creo que lo que sobran, siempre, son excusas.
La excusa es tratar de disfrazar las no-ganas, en forma de ganas, para mantener las ganas del otro.
Ese, para mí, es el trasfondo del desencuentro.

http://www.google.com.do/imgres?imgurl=http://agulluni.files.wordpress.com/2008/08/una_confusion_cotidiana_by_agulluni.jpg&imgrefurl=http://agulluni.wordpress.com/2008/08/08/una-confusion-cotidiana/&usg=__P4sq4WdgBkf00IgjJwp0s-tyqyM=&h=859&w=599&sz=170&hl=es&start=20&um=1&itbs=1&tbnid=LNBAoJ2jUNagBM:&tbnh=145&tbnw=101&prev=/images%3Fq%3Dconfusion%26um%3D1%26hl%3Des%26newwindow%3D1%26safe%3Doff%26tbs%3Disch:1

1 comentario: